El tomillo es una planta perenne de unos 50 cm, cuyo nombre científico es Thymus vulgaris que se puede cosechar en cualquier estación del año, aunque se recomienda plantarlo de junio a octubre porque el aroma, el sabor y la potencia de sus aceites esenciales son más intensos.
Para utilizar el tomillo como especia o como una hierba medicinal, siempre es más recomendable el tomillo fresco.
El tomillo fresco para su consumo debe almacenarse envuelto en una toalla de papel húmeda en el frigorífico.
Para consumir el Tomillo Seco, se tiene que reservar 1 año después de su cosecha, almacenándolo en recipientes herméticos en un lugar seco, fresco y oscuro.
Su nombre viene derivado del griego «thymos» que significa fuerza y coraje. Las antiguas leyendas dicen que los legionarios romanos se bañaban en tomillo antes de la pelea para aumentar la motivación y la fuerza.
Los egipcios usaban el tomillo para embalsamar a los muertos.
Pero además de mitos como estos, existen innumerables escritos donde se dice que el tomillo ya era popular antigüedad como ingrediente para la cocina, como hierba medicinal, e incluso era utilizado como perfume.
Hipócrates (460-377 a.C.) usaba tomillo para tratar enfermedades respiratorias.
Los monjes benedictinos se encargaron de traer el tomillo a Europa cultivándolo en el interior de su monasterio durante la edad media.
El tomillo (thymus) tiene un gran efecto digestivo y por ello se usa como condimento en comidas fuertes como los asados, además de esto es eficaz en enfermedades respiratorias.
El poder curativo del tomillo se basa principalmente en las propiedades de sus aceites esenciales, ya que tienen propiedades antibacterianas, calmantes, antiespasmódicas, desinfectantes, astringentes, antibióticas, antiinflamatorias, expectorantes y analgésicas.
Las propiedades fungicidas y bactericidas ayudan en las infecciones por hongos y la inflamación en la boca.
El Tomillo contiene muchas vitaminas y minerales saludables para nuestro organismo como el calcio, hierro y vitamina c.
Su gran contenido en flavonoides como, Apigenina, Naringenina, y Luteolina al ser antioxidantes, nos protegen contra enfermedades cardiovasculares.
Carvacrol, cineol, geraniol, fenoles, mentol, flavonoides y zinc, aunque pueden variar los porcentajes de cada uno de ellos dependiendo de los factores adicionales como la ubicación, el clima, la estación del año y la variedad de la planta.